miércoles, 17 de noviembre de 2010

Nuestra antigua playa.





Estoy sentada en la blanca arena de la playa, mirando algún punto fijo perdido en el infinito del mar. En la playa de ayer. Todo ha cambiado aquí, nada es igual que ayer. Las fuertes olas golpean ferozmente contra las rocas, el agua, más fría de lo normal humedece la arena y hace que sienta frío por todo el cuerpo. Ya no hay castillos de arena a mi al rededor.  El sol no me hace compañía, se esconde tras unas grandes y grises nubes que no dejan escapar un solo rayo tímido. Los pájaros tampoco cantan, ni si quiera ellos quieren acompañar hoy a mi cuerpo, ahora tumbado, ni a mi solitaria mente que vaga sin rumbo fijo por cualquier lugar en busca de un poco de felicidad. Tú ya no estás. Cuando te fuiste supe que sentiría toda esta soledad, rompiste tus promesas, abandonaste mi mundo dejándolo totalmente en ruinas y no me ayudaste a reconstruirlo. Ya no estás cuando necesito llorar, tampoco me hiciste reír una sola vez más. Pero eso, ahora ya da igual, esta playa ahora está desierta, la que un día fue nuestra playa, ahora ya no tiene dueño. Ha comenzado a llover, las nubes lloran a  mi compás. El viento sopla cada vez más fuerte, desatando su furia con la indefensa arena que no hace más que volar y chocar contra mi cuerpo. El agua ha dejado de mojarme los pies para mojarme prácticamente entera y salpicar fuertemente todo mi cuerpo. Debería levantarme, pero algo me lo impide, no tengo fuerza suficiente. Seguiré aquí tumbada hasta que, el agua sepulte mi cuerpo bajo esta desierta playa.

1 comentario: