lunes, 22 de agosto de 2011

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Supongo que todo el mundo ha sentido alguna vez ese peso de no saber qué hacer. Esa impotencia que no te deja más que llorar cada noche ocultándote bajo la almohada y tras la oscuridad de una habitación vacía. Cómo no, todo el mundo ha fingido estar bien, mil veces, millones, aunque todo fuera mal. Todos hemos mentido, ya fuera para bien o para mal, para fastidiar a otras personas, o a nosotros mismo ya sin darnos cuenta o ya a caso hecho. Siempre hemos ocultado unas cuantas lágrimas, con tal de no preocupar a las personas, excusándonos con cualquier tontería recién sacada de la cabeza si alguna de esas lágrimas decide escaparse. Al fin y al cabo, existen esas mentiras piadosas, esas que se supone son para no hacer daño a nadie, pero... nadie se puede engañar a sí mismo, su cabeza puede repetir mil veces una cosa, pero su corazón sabe la verdad, la sabe, sea cual sea, aunque te haga realmente muchísimo daño. Y es eso lo que no te deja elegir, esa lucha continua entre cabeza y corazón. Es esa lucha la que lleva las sonrisas ante el mundo entero y las lágrimas ante tu almohada.

miércoles, 20 de julio de 2011

impotencia.

Y de repente algo me oprime el pecho, me deja el aire suficiente para respirar y a ratos ni eso, inunda mi mente, me hace llorar, distribuye lágrimas por toda mi cara, algo me aprieta el estómago y produce un fuerte dolor en él, angustia. Los pensamientos vienen a mi mente, no me dejan moverme, no me dejan hacer nada. Llegan hasta mi boca unas cuantas lágrimas dejándome así su sabor. Ya no sé qué es real y qué no. Me aprieta más fuerte aún en el estómago, menos aire. Música y más música. Lágrimas y más lágrimas. Mentiras y más mentiras. Algo que no me permite mover ni un solo centímetro mi cuerpo, que no me deja pensar, que no me deja saber. Llamémosle…. impotencia.

lunes, 27 de junio de 2011

Siempre tuya, siempre mío.

Sentir que nuestro pulso aumenta y disminuye al mismo tiempo, coordinando hasta la más mínima pulsación. Danzar al compás de tus caderas junto a las mías. Cogerte de la mano, sentirte muy cerca de mí, sentir que siempre estarás a mi lado. Sentirte mío y solo mío, siempre mío. Reír, jugar, acercarte a mí cada vez un poco más. Besos acompañantes, caricias, cargados de pasión y de amor.Besos en los labios, y besos en los que tus labios pasean lentamente por mi cuerpo hasta llegar de nuevo a rozarme los labios, suaves, muy suaves; o en los que los míos son los que pasean, haciendo cosquillas lentamente a tu suave cuerpo, llegando a tus labios o separándome de ellos lentamente y aguantando la mirada a esos ojos tuyos marrones que no se separan de mí en ningún instante. 

Coger aire, y soltarlo todo de golpe. Movimiento de tus caderas, y de las mías. Varios susurros de un "te quiero" que flotan en el aire que a veces respiramos y a veces dejamos correr libre por la habitación. Cuatro paredes que hoy son nuestras, junto al mundo entero que parecemos recorrer mientras volamos libres, con alas que se refuerzan con cada beso que nos damos. Un grito que cada vez se hace más fuerte, siempre en el silencio: -"Te amo, te amo, te amo." Sentirme tuya, siempre tuya, y tú mío, siempre mío. 



" Todo, todo, todo, todo, yo quiero contigo todo". 


- Te amo, y es algo que espero hacer siempre. Quiero sentirme siempre mío, que estés siempre a mi lado. Demasiadas fechas que no quiero olvidar. (7)

sábado, 7 de mayo de 2011

Nueve de noviembre.

Suena la música, suave, lenta; haciendo de la habitación un lugar tranquilo donde descansar de nuestros propios pensamientos; y nos dejamos llevar por ella. Y me abrazas, tumbados en la suave colcha de la cama. Y nos besamos lentamente, dejando que se rocen suaves nuestros labios, reposándolos el uno en el otro. Unos minutos más, continuamos sumergidos en aquél beso. Cambia la canción. El amor resuena con ella en cada uno de los diminutos puntos de las paredes de la habitación. Un beso, y otro, y otro más, hasta quedarnos sin aliento, y separarnos tan solo para respirar, o para buscar el oído del otro y susurrar en él un leve te quiero, en voz muy bajita, para que solo lo escuchemos nosotros, para no romper con la magia. Pasan las horas en el reloj. 5, 6, 7,8… Para nosotros, tan solo han pasado unos cuantos minutos. Nos miramos a los ojos, y así durante un rato, sonreímos. Comienzas a acariciarme, jugamos, nos hacemos cosquillas. Tu mano se pasea por mi cintura, para arriba, y abajo, hacia las piernas, hacia la cadera. Sonrío al sentirla pasearse despacio. Me miras, te cojo la mano y te acerco hacia mi cara. Música, y más música resuena. Siguen pasando las horas, seguimos besándonos, una, dos, tres y cuatro veces, no queremos separarnos. Para la música, y hay silencio por toda la casa hasta que de resuena tu voz diciendo un “te quiero” .
















- Y estas flores son las únicas testigos del amor que derrochamos entre las paredes de aquella habitación. -

viernes, 25 de febrero de 2011

             Los pétalos van cayendo uno a uno, secos y ennegrecidos ya por el paso del tiempo. Se van despegando suavemente de la flor para caer lentamente a la mesa, separándose así del viejo jarrón descuidado, que solo guarda ya unas gotas de agua.
           En otra habitación, por su cara resbalan lágrimas,  humedeciéndole el rostro. Lágrimas que se pasean desde  sus ojos, llegando algunas hasta la comisura de sus labios, y otras hasta la barbilla con la desafortunada suerte de acto seguido abalanzarse sobre la sábana de una cama, dejando así un pequeño punto, marca de que se ha mojado.
                     De nuevo en el salón, cada vez más pétalos desisten  a la caída. La hoja que hasta hace un momento colgaba dulcemente de su tallo ya se ha caído, encontrándose ahora dentro del pequeño jarrón, mojada por las pocas gotas que quedan en su interior. Los pinchos están ya tan secos que se clavan fríamente en los dedos de cualquier mano que intente cogerla. Por la ventana entreabierta entra un suave viento que la mece despacio, de lado a lado.
                   En la habitación, ella acaba de levantarse, dejando entrever un papel que lleva en la mano, donde está escrito un nombre, su nombre. Camina de modo lento, pausado. Abre la puerta de la habitación, se asegura de que mientras ella estaba en su interior no haya entrado nadie en la casa, no quiere que nadie vea como caen sus lágrimas. Mira de nuevo el papel. Se dirige hacia el salón, se queda parada ante la puerta, mirando la mesa, o, mejor dicho, el jarrón que hay sobre ella. La flor seca, casi muerta, algunos pétalos caídos y más cayendo en ese mismo momento. Se acerca a ella, y hace ademán de cogerla, pero en lugar de ello, mira sus manos, todavía con el papel sujeto. Le da la vuelta a éste, y boca abajo lo deja sobre la mesa, al lado de la flor. Un único pensamiento recorre su mente: - Todo acaba,  los cuentos tienen su final, y al igual que esta flor, el amor ha muerto con ella-.




sábado, 19 de febrero de 2011

Y que en la oscuridad de cualquier sitio tus besos sean mi única adicción.

martes, 1 de febrero de 2011

Tantos sitios para ocultar tantos recuerdos.

Y es, cuando me vienen a la mente tantos recuerdos, cuando me incorporo con lentitud a los pies de esa cama. Me levanto lentamente, voy al centro de la habitación. Empiezo a mover la vista deteniéndome en cada objeto que veo a mi alrededor. Una estantería de madera llena de libros viejos que un día me hicieron soñar con inocencia e imaginar ser la protagonista de su contenido. Un armario, que de repente se me antoja abrir, y en el que encuentro una caja repleta de textos impresos en folios que ya han perdido su color blanco para convertirlo en un suave amarillo; imágenes de personas que se han ido quedando atrás en mi vida con el paso del tiempo; y objetos que todavía me hacen recordar los días pasados, cargados tanto de buenos como de malos momentos. Rotas carpetas de colegio con papeles que me hacen imaginar en si pudiera volver a esos momentos. Cartas de viejos “amores” ocultos tras el simpático nombre de amigos. Libretas, llena de tontos dibujos de corazones con distintos nombres, utilizadas en forma de diario con miles de pensamientos y creencias de sentimientos escritos en sus hojas, ocultas en el rincón más lejano de las lecturas ajenas. En uno de los cajones que conforman el armario marrón claro, queda oculto, guardado por mucho tiempo un CD con canciones antiguas y nuevas, grabadas, que me hacen recordar algunos de los momentos pasados, o soñados. En una esquina de la habitación, colgado de la pared, un viejo calendario con algunas fechas y una marca cerca de ellas que señalan días que llegaron y días de algo que esperé y nunca ocurrió; fechas, que un día, mientras todo aquello ocurría, consideré importantes, y sin embargo ahora no son más que momentos pasados, buenos o malos, pero que no volverán más que en forma de recuerdos. Justo en el centro de la habitación, sigo girando la vista en todas direcciones, y no veo más que recuerdos, miles de recuerdos, que se esconden tras meros objetos. Vuelvo a la cama, y entonces pienso en todos los recuerdos que son capaces de ocultarse entre cuatro paredes que conforman esta habitación.

  -Tantos sitios, para tantos recuerdos que están deseando salir en el momento menos idóneo-.

lunes, 10 de enero de 2011

Marrón especial.

Clava sus ojos en los míos. Chocan el color de ambos creando un contraste imaginario entre su marrón casi negro y el mío un poco más claro. Alzo la mirada deshaciendo este instante, me encuentro con su pelo corto y negro, su piel clara. Bajo de nuevo la vista, inconfundibles, veo otra vez sus ojos, especiales, ahora se dirigen hacia otro lado; sigo bajando, como siempre, vaqueros oscuros, bambas, y una de las chaquetas de color negro que siempre usa; subo de nuevo, marrón, igual pero diferente, me mira, pero se aparta rápido, yo no puedo hacerlo. Sigue ahí parado, cada segundo mirando a un lugar diferente, como desconcertado, me pregunto qué pensará. Sonrío mientras le miro, disfruto pensando que tal vez un día me quiera, queriéndole yo, imagino conversaciones. Oigo mi nombre a mi espalda, me doy la vuelta, desaparece de mi campo de visión, pero no de mi mente. Hablo un rato con la persona que me ha llamado, metida en mi propio mundo y sin saber exactamente qué es lo que ella me dice, se va, y me giro de nuevo buscando esos ojos. Ya no está ahí de pie. -¿Dónde habrá ido?-.  En lugar de él, en ese mismo sitio se encuentra un grupo de chicos hablando y riendo, entre ellos, le reconozco. Ahora me mira, tal vez pueda ver la ilusión reflejada en mis ojos, o ese sentimiento que sólo él crea reflejado en la sonrisa tonta que inconscientemente han dibujado mis labios. Ahí sigue él, mirándome, inconfundible, con esos rasgos que le hacen diferente. Quisiera ir con él, y besarle, amarle como no he amado, como le amo a él pero con aún más intensidad, con poder para hacerlo. Sonrío de nuevo al pensar en sus labios, le miro una última vez, doy la vuelta y camino en dirección contraria, me parece escuchar su voz a lo lejos diciéndole algo al grupo de amigos que se encuentra allí de pie, pero no logro entender lo que dice. - Hasta otro momento- Pienso. - Te amo más de lo que nunca he amado-.