viernes, 25 de febrero de 2011

             Los pétalos van cayendo uno a uno, secos y ennegrecidos ya por el paso del tiempo. Se van despegando suavemente de la flor para caer lentamente a la mesa, separándose así del viejo jarrón descuidado, que solo guarda ya unas gotas de agua.
           En otra habitación, por su cara resbalan lágrimas,  humedeciéndole el rostro. Lágrimas que se pasean desde  sus ojos, llegando algunas hasta la comisura de sus labios, y otras hasta la barbilla con la desafortunada suerte de acto seguido abalanzarse sobre la sábana de una cama, dejando así un pequeño punto, marca de que se ha mojado.
                     De nuevo en el salón, cada vez más pétalos desisten  a la caída. La hoja que hasta hace un momento colgaba dulcemente de su tallo ya se ha caído, encontrándose ahora dentro del pequeño jarrón, mojada por las pocas gotas que quedan en su interior. Los pinchos están ya tan secos que se clavan fríamente en los dedos de cualquier mano que intente cogerla. Por la ventana entreabierta entra un suave viento que la mece despacio, de lado a lado.
                   En la habitación, ella acaba de levantarse, dejando entrever un papel que lleva en la mano, donde está escrito un nombre, su nombre. Camina de modo lento, pausado. Abre la puerta de la habitación, se asegura de que mientras ella estaba en su interior no haya entrado nadie en la casa, no quiere que nadie vea como caen sus lágrimas. Mira de nuevo el papel. Se dirige hacia el salón, se queda parada ante la puerta, mirando la mesa, o, mejor dicho, el jarrón que hay sobre ella. La flor seca, casi muerta, algunos pétalos caídos y más cayendo en ese mismo momento. Se acerca a ella, y hace ademán de cogerla, pero en lugar de ello, mira sus manos, todavía con el papel sujeto. Le da la vuelta a éste, y boca abajo lo deja sobre la mesa, al lado de la flor. Un único pensamiento recorre su mente: - Todo acaba,  los cuentos tienen su final, y al igual que esta flor, el amor ha muerto con ella-.




sábado, 19 de febrero de 2011

Y que en la oscuridad de cualquier sitio tus besos sean mi única adicción.

martes, 1 de febrero de 2011

Tantos sitios para ocultar tantos recuerdos.

Y es, cuando me vienen a la mente tantos recuerdos, cuando me incorporo con lentitud a los pies de esa cama. Me levanto lentamente, voy al centro de la habitación. Empiezo a mover la vista deteniéndome en cada objeto que veo a mi alrededor. Una estantería de madera llena de libros viejos que un día me hicieron soñar con inocencia e imaginar ser la protagonista de su contenido. Un armario, que de repente se me antoja abrir, y en el que encuentro una caja repleta de textos impresos en folios que ya han perdido su color blanco para convertirlo en un suave amarillo; imágenes de personas que se han ido quedando atrás en mi vida con el paso del tiempo; y objetos que todavía me hacen recordar los días pasados, cargados tanto de buenos como de malos momentos. Rotas carpetas de colegio con papeles que me hacen imaginar en si pudiera volver a esos momentos. Cartas de viejos “amores” ocultos tras el simpático nombre de amigos. Libretas, llena de tontos dibujos de corazones con distintos nombres, utilizadas en forma de diario con miles de pensamientos y creencias de sentimientos escritos en sus hojas, ocultas en el rincón más lejano de las lecturas ajenas. En uno de los cajones que conforman el armario marrón claro, queda oculto, guardado por mucho tiempo un CD con canciones antiguas y nuevas, grabadas, que me hacen recordar algunos de los momentos pasados, o soñados. En una esquina de la habitación, colgado de la pared, un viejo calendario con algunas fechas y una marca cerca de ellas que señalan días que llegaron y días de algo que esperé y nunca ocurrió; fechas, que un día, mientras todo aquello ocurría, consideré importantes, y sin embargo ahora no son más que momentos pasados, buenos o malos, pero que no volverán más que en forma de recuerdos. Justo en el centro de la habitación, sigo girando la vista en todas direcciones, y no veo más que recuerdos, miles de recuerdos, que se esconden tras meros objetos. Vuelvo a la cama, y entonces pienso en todos los recuerdos que son capaces de ocultarse entre cuatro paredes que conforman esta habitación.

  -Tantos sitios, para tantos recuerdos que están deseando salir en el momento menos idóneo-.