sábado, 7 de mayo de 2011

Nueve de noviembre.

Suena la música, suave, lenta; haciendo de la habitación un lugar tranquilo donde descansar de nuestros propios pensamientos; y nos dejamos llevar por ella. Y me abrazas, tumbados en la suave colcha de la cama. Y nos besamos lentamente, dejando que se rocen suaves nuestros labios, reposándolos el uno en el otro. Unos minutos más, continuamos sumergidos en aquél beso. Cambia la canción. El amor resuena con ella en cada uno de los diminutos puntos de las paredes de la habitación. Un beso, y otro, y otro más, hasta quedarnos sin aliento, y separarnos tan solo para respirar, o para buscar el oído del otro y susurrar en él un leve te quiero, en voz muy bajita, para que solo lo escuchemos nosotros, para no romper con la magia. Pasan las horas en el reloj. 5, 6, 7,8… Para nosotros, tan solo han pasado unos cuantos minutos. Nos miramos a los ojos, y así durante un rato, sonreímos. Comienzas a acariciarme, jugamos, nos hacemos cosquillas. Tu mano se pasea por mi cintura, para arriba, y abajo, hacia las piernas, hacia la cadera. Sonrío al sentirla pasearse despacio. Me miras, te cojo la mano y te acerco hacia mi cara. Música, y más música resuena. Siguen pasando las horas, seguimos besándonos, una, dos, tres y cuatro veces, no queremos separarnos. Para la música, y hay silencio por toda la casa hasta que de resuena tu voz diciendo un “te quiero” .
















- Y estas flores son las únicas testigos del amor que derrochamos entre las paredes de aquella habitación. -

1 comentario:

  1. PRECIOSO, me encantó, y me recordó al libro que estoy leyendo! :)
    Un besito ♥

    ResponderEliminar